miércoles, 29 de julio de 2009

Que siempre no

José Darío Arredondo López

Van 49 infantes muertos a consecuencia del siniestro de la Guardería ABC, y no creo que usted objete que las muertes se deben a la venta de garaje que el gobierno ha emprendido teniendo como mercancía la seguridad social de este país. Sin duda la cultura de los emprendedores tiene un ejemplo claro de lo que entraña, aunque la modernidad entendida como changarreo masivo tenga aun reparos de conciencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre los valores que dice promover y la deshumanización que en la práctica procura con entusiasmo digno de mejor causa.

49 vidas que no llegaron a la edad de votar y decidir si el modelo neoliberales puerta de oportunidades o simplemente es puerta que cierra las alternativas de progreso en la ciudad, el estado, la nación y el mundo. Vidas que terminaron prácticamente antes de empezar y que eran esperanza justificada para padres, familia y próximos. Frente a la tragedia, está el cinismo parsimonioso de las autoridades, de los voceros de las autoridades, de la prensa conciliadora y de los que suponen que el asunto no les toca. Pero, también frente a los acontecimientos, está una comunidad que reclama justica y que se mueve y actúa consecuentemente.

Por su parte, el gobernador ha hecho declaraciones que se ven ribeteadas de oportunismo fallido, de disculpa mal expresada, de contrición fuera de tiempo y de una muy pobre capacidad de respuesta que tuvo que ser evidenciada por el señor Ruibal Astiazarán, quien sale a la defensa del gobernador dizque a título personal, y que se esfuerza en pintar a un Bours solidariamente conmovido por la tragedia y que, por interpósita persona, dice lo que no ha dicho personalmente.

Es una especie de refrito de aquello que “lo que el señor quiso decir” de los tiempos del foxismo, que al parecer no es excepción sino tendencia del neoliberalismo prianista hecho gobierno, si se incluye en el argumento la faramalla que protagoniza el señor secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, con eso de que lo que dijo no era eso que interpretó el resto de la humanidad, sino que solamente estaba diciendo que estaban las autoridades alertas y que los delincuentes debieran tomar nota de ello. El brabucón “¡los estamos esperando!”, resultó en que no era cierto que los estaban esperando, al menos no era un reto, sino una declaración donde la retórica belicosa solamente era para adornar el discurso.

Las cantinfladas dentro y fuera de la nación (recordar el ridículo de Gómez Mont ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos), se recrudecen al ser aprobada la gorilezca medida de que el fuero militar se amplía al autorizar al Ministerio Público Militar a representar al presidente de la república en los casos en donde intervengan miembros de las fuerzas armadas, con lo que la injerencia de jueces civiles queda fuera y pinta el escenario de la impunidad militar sobre el derecho de una nación que vive la más seria depresión económica de los tiempos modernos. Golpe bajo a los derechos humanos. Golpe al estado de derecho.

Lo de Hermosillo fue, en este contexto, una muestra viva de lo que significa la privatización de las funciones públicas, de la renuncia del Estado a las funciones que lo explican y justifican, a la acción del gobierno y la administración pública que debieran tener como objetivo el beneficio social, en vez del privado. El resultado, hasta ahora, ha sido el aumento en el desempleo, la caída libre de la economía, el repunte de la criminalidad, la impunidad y el deterioro de la seguridad social que ya arroja sus víctimas.

Para quienes digan y señalen con temor o malestar que las marchas por la justicia se han politizado, vaya esta afirmación: ¡Es la realidad, estúpidos! ¿Cómo quieren realmente, que las cosas cambien sin cambiar aquello que las sustenta? ¿Se espera que el sistema económico y político cambie por decencia, por vergüenza, por un acto de conciencia? Craso error. El rico a costa de los demás va a seguir queriendo dinero, privilegios y, sobre todo, impunidad. Lamentablemente, si la sociedad se mueve, necesariamente lo hace contra aquello que rechaza, contra lo que ya es insoportable. Esa es una actitud justa, moral, cívica, digna de aplauso.

Después de todo, una sociedad politizada es una sociedad madura o en vías de serlo, que se toma en serio las condiciones de la convivencia civilizada. Seamos maduros, construyamos una sociedad civilizada, justa y equitativa, mediada por las leyes y por una moral socialmente sustentada en el respeto a los demás, empezando por el propio. En esto, no se vale salir con que siempre no…

Correo electrónico: dalmx@yahoo.com

“notas sueltas” en: http://jdarredondo.blogspot.com

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