sábado, 17 de abril de 2010

UNIVERSIDAD DE SONORA, NIÑA DE LOS OJOS DEL ESTADO

Héctor Rodriguez Espinoza

La democracia

Es una aspiración de los pueblos, desde las antiguas Grecia y Egipto. Es sabia la definición de la nuestra del Artículo 3° constitucional: “No solamente como una forma de gobierno y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.También lo es la norma constitucional que mandata que el gobierno se instituye para beneficio del pueblo.

Aplicado esto –en forma lógica- a la Universidad de Sonora, su democracia interior debe traducirse en un gobierno –Junta, Administración y Órganos- y en sus Sindicatos que representen las aspiraciones de su comunidad y en un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural de quienes la hacen posible en aulas y laboratorios: profesores, alumnos y trabajadores.

Sus sindicatos

Los de trabajadores y de académicos deciden, democráticamente, emplazar al estallamiento de sus respectivas huelgas; y debemos darle su justa dimensión.

A NADIE LE CONVIENE las huelgas en las universidades públicas, en un país emergente e históricamente subdesarrollado, cuyo pueblo está ayuno de profesionistas venidos de sus ejidos, comunidades, barrios y colonias, para que egresen con un nivel técnico y ético superior, que compitan con egresados de Universidades privadas, mejoren sus finanzas familiares, atemperen las desigualdades crónicas y eviten estallidos sociales.

PERO A NADIE CONVIENE, tampoco, para poner ejemplos, las razones de las demandas muy sentidas de los académicos: en los últimos 16 años decreció un 44% el poder de compra de su salario; su régimen de jubilación: al retiro, se les disminuye un 40% de su ingreso y, lo peor, se les priva del seguro de gastos médicos mayores, cuando más lo necesitan, y les afectan los endurecidos requisitos de promoción a categorías y niveles de titular a quienes tienen posgrados.

Y así vemos, con pena, profesores que mueren –mutilados sus cuerpos después de penosas enfermedades o repentinamente- sin disfrutar su jubilación; otros, de 70 o hasta 90 años de edad, sin ánimo ya de superación, con cirugías mayores en sus agotados cuerpos, enseñando en silla de ruedas, en caminadora o con bastón, sin control de esfínteres, porque no les conviene su jubilación. Si precisamente esta palabra viene de “júbilo” (Del lat. Iubĭlum, Viva alegría, y especialmente la que se manifiesta con signos exteriores). Pero ¿cuál “júbilo” en la vejez y pobreza,con enfermedades crónico degenerativas mayores y carísimas, cuya atención por su cuenta los dejaría en la ruina, atenidos a la eventual ayuda de sus hijos y dando lástima social?

Esto provoca una planta docente avejentada y sin su entusiasmo y pasión de antaño, convertidos en tapón al ascenso de la docencia joven posgraduada.

El Estado mexicano

Tanto el federal como los locales, deben apoyar más a las universidades públicas que, por ser las únicas que investigan, son la opción para el desarrollo desigual y combinado del país.

No les pongan topes salariales por debajo de la inflación a quienes, a pesar de ver cada año disminuida la capacidad de compra de su salario e inconveniente su retiro, se entregan, en cuerpo disminuido y alma marchita, a la formación de las nuevas generaciones. No ofendan más su inteligencia y su dignidad.

PERO tampoco los sindicatos deben asumir posturas intransigentes que maten la gallina de los huevos de oro. La nuestra es una institución sujeta a fondos públicos etiquetados que, además de contar con calendarios de trabajo francamente privilegiados, nos brinda la misión más hermosa y sagrada, la educación superior.

Y esta misión tiene como destinatarios a quienes son el centro de atención y que deben ser los consentidos del sistema y ahora víctimas del diferendo: los estudiantes, titulares del derecho a la educación superior, en un país en el que el porcentaje de mexicanos entre 25 y 34 años con ella es de 5%, comparado con 2% para una generación 30 años mayor.

La coyuntura anual

Urge un diagnóstico de la realidad de la Institución, de su estructura normativa, de su administración, de la eficiencia y eficacia de sus tres ejes:docencia, investigación y difusión de la cultura.

Sentadas estas bases, ya no deberá padecerse el subpago para quienes entregan lo mejor de su efímera vida en el aula y cubículo, y la zozobra anual de emplazamientos ni estallamientos de huelgas que provocan la crítica social y la migración de la juventud talentosa y con medios, a las instituciones privadas.

La Universidad de Sonora ha sido desde 1942, es y deberá seguir siendo, por siempre, la niña de los ojos del Estado.

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