Hace más de quince siglos San
Agustín de Hipona, filósofo y teólogo,
planteó una pregunta que probablemente viva por siempre: “¿sin
la justicia qué serían en verdad los reinos, si no bandas de ladrones?, ¿y qué
son las bandas de ladrones si no
pequeños reinos?” Como se aprecia, las preguntas ya vienen con
respuesta.
O sea que la legitimidad del
gobernante, y con ella la obligación del gobernado, está en función de la observancia de la
justicia y la legalidad. Para haber planteado esa cuestión apenas iniciado el
siglo quinto, San Agustín resultó muy aventajado. Desde entonces y hasta hoy,
los estudiosos de la ciencia política siguen discutiendo las fuentes de la
legitimidad de los gobernantes de todos los colores; pero la pregunta del
estudioso santo sigue, como la famosa puerta, viendo pasar el tiempo, y con él,
viendo surgir y caer a tiranos y tiranuelos que, haciéndose del poder, han
olvidado la justicia y la ley.
Desde que fue planteado el
proyecto del acueducto del Novillo – Hermosillo, y desde que los grupos
sociales que se sintieron afectados interpusieron recursos legales para
oponerse a tal obra, diversos órganos del poder judicial emitieron fallos
mediante los cuales se ordenaba la suspensión de los trabajos relacionados con
tal proyecto. Esos fallos fueron ignorados por el gobierno de Guillermo Padrés,
lo que se conoce como desacato. Esa situación ha derivado en que varios
funcionarios del gobierno, y el gobernador mismo, enfrentan el riesgo de ser sancionados
penalmente. El riesgo es a tal grado cierto, que uno de los funcionarios ya fue
procesado y sentenciado por ese motivo, y hoy se encuentra en libertad bajo
fianza.
Pero los riesgos jurídicos del
gobernador no son los únicos que enfrenta. La desobediencia de la ley, por
parte del gobernador, deriva en pérdida de legitimidad y con ello se afecta la
gobernabilidad y la paz del estado de Sonora. Un gobierno sin justicia, sin
ley, no es más que una banda de ladrones. Así lo dijo San Agustín, que no se
andaba por las ramas. Porque si el ciudadano tiene obligaciones frente al
gobierno, pagar impuestos por ejemplo, no las tiene frente a un gobierno
degenerado en banda de ladrones. Aunque esta banda, o este “gobierno”, conserve
la fuerza y los recursos para hacer cumplir sus designios.
Jacobo Rousseau planteaba el
mismo problema, referido al poder del gobernante: “¿Si un bandido me sorprende en
el bosque, estaré, no solamente por la fuerza, sino aun pudiendo evitarlo,
obligado en conciencia a entregarle mi bolsa? Porque, en fin, también la
pistola que él tiene es un poder.”
O sea que el santo sabio de Hipona no está solo. La fuerza de todo
gobierno deviene de su legitimidad, que se pierde si éste deja de observar la
ley. Porque recordemos que el gobernante jura primero cumplir, y luego hacer
cumplir. Sin lo primero no hay obligación de lo segundo.
Los desacatos de Guillermo
Padrés, ante resoluciones judiciales que le han sido adversas en el tema del
acueducto, han dado lugar a un proceso de deslegitimación. Esa deslegitimación
se expresa ahora en los bloqueos carreteros del sur del estado, que son una
forma de resistencia civil, ante un gobierno que ha decidido ignorar las leyes
que le estorban. Si el gobernante se aparta de la ley, los gobernados
encontrarán las razones para la desobediencia y la resistencia civil. Éste es
el caso. Y aunque los bloqueos carreteros pueden resolverse mediante la fuerza
del Estado, ha iniciado ya el proceso de
deslegitimación, de degeneración de la autoridad política del gobernador
Padrés.
Incapacitado para construir cualquier
tipo de consenso, perdido para él el centro de la acción política del estado,
al gobernador no le queda otra que profundizar el enfrentamiento. Cubrir su futura
huida en la polvareda del aquelarre actual. Construir desde ahora la coartada: ante
futuras acciones penales en su contra (Espejito Granier, ¿Quién es el
gobernador más bonito?), el gobernador
teje el disfraz con el que se cubrirá cuando se llame perseguido
político. Al tiempo.
Malas noticias para Sonora: al
gobernador no le queda otro camino que el enfrentamiento. Incapacitado para
convencer, por no saber, por no querer, por no poder, ha querido vencer. Pero
el tiempo se agota y la resistencia crece mientras él se debilita. Tal vez sólo
queda tiempo para un pleito ratero:
llenarse las bolsas, pegar…y huir.
Martín Vélez
Nota: Las citas de San Agustín y
de Rousseau fueron tomadas del libro Estado,
Gobierno y Sociedad. Norberto Bobbio. Fondo de Cultura Económica. 1985.
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