martes, 5 de marzo de 2013

SECUESTRADOS POR LA AMBICIÓN

Isabel Dorado Auz

Tiempos muy difíciles nos tocará vivir en los próximos meses y se extenderán si seguimos permitiendo que la clase política siga siendo secuestrada por su propia ambición. No es casual, pues, que ahora los priistas sean quienes nos proponen incrementar la tasa impositiva, incluyendo el IVA en alimentos y medicinas.

Durante los últimos años, la derecha prianista con la complicidad de los partidos satélites ha privatizado el patrimonio que antaño era de todos los mexicanos. Intentaron, sin éxito, tratar de convencernos que la privatización de empresas privadas traería como consecuencia favorecer la competencia y, con ello, la prestación de un mejor servicio y mejores tarifas. El transcurrir de los años nos ha demostrado que la privatización quedó lejos de esas posibles mejoras, pero si sirvió para generar un pequeño grupo de privilegiados que regularmente aparecen en la lista de la revista Forbes como los personajes más ricos del mundo.

Este tránsito que experimentó nuestro país tuvo como palanca indispensable la corrupción de la clase política. Corrupción que se extendió al principal partido de izquierda, el Partido de la Revolución Democrática, facilitando todo el proceso. Desafortunadamente, “nuestros políticos” que se acostumbraron a esa zona de confort, están recorriendo con mayor frecuencia al alza generalizada de impuestos para mantener privilegios, dado que no cuentan con todos los recursos que antaño generaban las empresas públicas. Por si fuera poco, ahora quieren vender PEMEX, lo que equivaldría a renunciar al 40% de los recursos, aproximadamente, con que cuenta el Estado para darle vigencia a los programas sociales y mantener la obesa burocracia mexicana.

Esta ambición desmedida de la clase política explica el empecinamiento de Guillermo Padrés en mantener el cobro de la tenencia y el incremento de tarifas en los servicios que presta el gobierno. Explica también, el comportamiento de Alejandro López Caballero, de renunciar a ser alcalde municipal y se preocupe más por recuperar en estos tres años todo lo que invirtió para comprarse la presidencia municipal de Hermosillo. Sin embargo, el hartazgo de la ciudadanía es cada día más evidente y está propiciando una serie de reuniones urgentes de los aparatos de gobierno para tratar de contrarrestar la inconformidad social.

El problema no es menor, los análisis del comportamiento social son muy distintos dependiendo del cristal con que se mire. Para los “políticos”, solo existe el mundo que les construyen las empresas generadoras de imagen y para el pueblo, la crisis ya es insoportable. No hay puentes de enlace que permitan establecer un diálogo serio que permita confrontar las dos visiones. Los “gobernantes” se niegan a recibir a los inconformes y cuando lo hacen tratan de imponer su visión a toda costa. El diálogo que podría propiciar un cambio real no existe y, al final, lo habremos de pagar todos.

Es indudable que la ambición puede ser un aliciente, siempre y cuando no se convierta en una enfermedad. Desafortunadamente, en “nuestra” clase política esta enfermedad se está volviendo crónica y se corre el riesgo de no encontrar medicinas para superarla.

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